Y en cada juicio que se celebró quedó registrada la técnica que cada una utilizaba. Lo más místico que había en su forma de leer las cartas no era la lectura de cartas en sí, sino el sortilegio o la oración que solían recitar antes de mezclar los naipes o al entregarlos a su consultante para que este los mezclara. El procedimiento en sí raras veces tenía que ver siquiera con una intuición muy desarrollada. 

Fué el caso de Margarita de Borja, acusada y juzgada entre los años 1616 y 1617 en la ciudad de Madrid. Antes de empezar, solicitaba a Santa Marta que le revelara lo que necesitaba saber, y luego disponía las cartas sobre la mesa en cinco filas. Cada fila con 4 cartas boca arriba. Para Margarita debían salir dos cartas en par (dos reyes, dos ases, etc) para que el augurio fuese afortunado. De no ser así las cartas anunciaban algún caso de desdicha. 

Casos como el de Margarita fue lo que acabó llevando a la cartomancia a desarrollarse en la sombra.

Pero quedaron atrás los días de la “santa inquisición” y el oráculo de la baraja española continuó desarrollándose hasta llegar a nosotros como un sistema de adivinación que comenzó a ganarse el interés y el reconocimiento de hombres y mujeres por igual sin importar su nivel social.